Alguien me regaló un frasco de miel de la Península de Yucatán. No era fanático de la miel, así que no esperaba mucho. Pero un solo sabor lo cambió todo. Esa miel no era común; era limpia, floral y llena de sabor. En ese momento, nació una idea: compartir esta miel con los demás.
Yucatán siempre ha sido especial para mí. Su historia, naturaleza y gente están profundamente conectadas con mis raíces. Encontrar una miel que reflejara la belleza de este lugar se sintió correcto. Quise construir algo que preservara este legado mientras lo celebraba.
No sabía mucho sobre apicultura. Por suerte, mi familia en Mérida lleva años cuidando abejas. Aprendí de ellos y empecé a prestar atención a las abejas y al entorno. Me di cuenta de que esta miel no solo era dulce; era una parte viva de la tierra y las flores que la rodean.
Nuestra miel proviene de plantas nativas de Yucatán, como el dzidzilche, que le da ese sabor tan distintivo. No usamos químicos ni aditivos, y solo cosechamos lo que las abejas no necesitan. Cada frasco es tan natural como puede ser. No es solo miel, es un sabor de Yucatán.
Comenzar esto no fue fácil. Hubo retos. Pero ver a las personas disfrutar de la miel hace que todo valga la pena. Nos demuestra que lo que hacemos importa.
También queremos hacer más. Planeamos proteger tierras para las abejas, ayudar a las comunidades locales y enseñar a otros por qué las abejas son tan importantes. El proyecto del Tren Maya y el desarrollo de tierras lo hacen más difícil, pero seguimos adelante.
Algún día espero compartir todos los sabores de la miel mexicana. Por ahora, avanzamos paso a paso. Este es solo el comienzo de algo significativo: para las abejas, la tierra y las personas que se preocupan.
Victor S